lunes, 31 de julio de 2017

Revalorar el parto natural y poner a la mujer en el centro



Paula Cuéllar no se acostó en la cama del hospital, prefirió sentarse sobre la pelota de gimnasio que la hacía sentir más cómoda y relajada. Cuando llegaban las contracciones, se quedaba sentada en posición vertical y cuando pasaban descansaba apoyando la cabeza en los pies de la cama, pero siempre sentada sobre la esfera de goma. Su esposo, Julio, estuvo a su lado y también la doula Vanessa Sykes (persona que acompaña a la futura mamá, da masajes y enseña a respirar).

Era su tercer alumbramiento, el primero fue por cesárea y los otros dos por parto vaginal o natural. Todas las mujeres de su familia trajeron a sus descendientes de esa forma, incluso sus tías asistieron como parteras a muchas vecinas en sus casas. Pero la primera vez, Paula autorizó una cesárea porque no sabía qué esperar. “No había una razón médica que obligue a hacer una cesárea, pero me topé con un sistema de salud y con médicos que no quieren esperar, que nos inducen y por último me llenaron de miedo”.

Su segundo parto (que ya fue natural) duró 12 horas de trabajo y el tercero ocho. “La industria nos vende el parto de las películas en el que la mujer está gritando y creemos que vamos a estar así 12 o 24 horas. Yo pasé dos días con contracciones, primero cada hora o cada dos y en el segundo día las contracciones ya fueron regulares y me fui a la clínica”. Reconoce que es doloroso, pero soportable, y asegura que influye mucho el tener en la cabeza que el cuerpo sabe qué hacer.
Por último, comparando el parto por cesárea y el natural considera que la recuperación es diferente y la conexión con los hijos también.

Una mirada diferente
La ginecóloga obstetra Amparo Hayes, con 17 años de ejercicio, aprendió a ver el parto con otros ojos en España, pero cuando retornó al país, solo asistió un alumbramiento natural. Ella quiere promover que los médicos y enfermeras adopten la práctica del parto natural, aunque esto signifique reaprender.
“Es la mujer la que tiene que pedir un parto y la que debe tomar su cuerpo como prioridad”. Hayes se enfoca en partos humanizados, y no es que sus colegas sean máquinas, sino que pone el acento en las mujeres y que estas reciban una atención respetuosa con su fisiología, deseos y necesidades. Ella habla de partos no medicalizados, respetando los tiempos de la paciente (lo que sea que tarde en dilatar).
“Perseguimos un nacimiento sin violencia como base de una sociedad sin violencia. Si tú vas a un parto donde te gritan, te dejan sola, no responden tus dudas, va a ser un parto violento que vas a asociar con dolor, tristeza y soledad que deja un trauma”, subraya Hayes.
Ella cree que sí se pueden cambiar las cosas y aunque muchos digan que su idea es una locura y que promoviendo partos naturales los hará morir de hambre (a los médicos), se han empezado a abrir caminos. Para empezar hay profesionales que dan clases prenatales, han aparecido doulas de acompañamiento a las embarazadas y una clínica -la Foianini- ha abrazado su proyecto y acondicionado habitaciones.

Hace unos días atendió a una mamá primeriza de 26 años que estuvo cuatro horas en trabajo de parto. “Estamos hablando de una mujer con dolores intensos sin medicación (calmantes), sin ningún corte en la vagina -como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud-, que manejó toda esa situación simplemente controlando la respiración, hasta que dilató 10 centímetros”. No es ficción, y es que hay técnicas, como masajear con aceites a la madre o sentarla sobre la cama con las rodillas dobladas (o en la posición que se sienta más aliviada), con el esposo al lado.

“El bebé viene al mundo en una situación menos traumática, incluso la luz (tenue) hace que se liberen sustancias químicas que propician la relajación y que hacen que el trabajo de parto sea más corto”. Además, detalla que las piezas de la clínica en la que ella trabaja son iguales a las otras, pero cuentan con una cama especial de parto, colchoneta (por si la madre quiere estar en el piso), pelotas, un banco pequeño, cuna y aspirador para el bebé.

“A las cuatro horas de haber dado a luz, la madre estaba como si nada. Incluso se vistió y salió a saludar a su familia que aguardaba fuera de la pieza y al día siguiente fue dada de alta”. La ginecóloga identifica que una de las principales barreras es el miedo al dolor.
Incluso la especialista apoya el trabajo de las parteras. “Ellas atienden el proceso sin medicalización, yo intervengo si hay alguna complicación, como que el bebé venga en mala posición, por ejemplo. El médico no puede estar las 12 horas de trabajo de parto junto a la paciente, pero sí la partera, y cuando ya hay una dilatación de ocho centímetros recién se llama al doctor”.

Miedo al dolor
La clave es estar informada. “Hay veces que la paciente sale del consultorio convencida de que quiere parto natural, pero lo primero que le dice la familia o las amigas es: ¡Estás loca, te vas a morir!; y la convencen de que no tiene la capacidad para ello, cuando toda madre tiene la opción de decidir”, dice Hayes.

Para Adriana Vergara, educadora prenatal y sicóloga posparto, es fundamental el manejo del dolor. “La paciente tiene que saber qué está pasando con su cuerpo para que no se asuste. En la medida en que la mamá esté tranquila, el dolor ya no es un problema, lo que hace difícil manejar el dolor es el miedo. Entonces es importante que tenga las herramientas para que pueda vivirlo con serenidad y tenga una experiencia de parto buena”.

Educación prenatal
Vergara es colombiana y está hace cuatro años ejerciendo en Bolivia. Confiesa que al principio fue complicado porque había muy poca cultura de prepararse para el parto. “Hasta ahora cuesta que haya más doctores a los que les guste el parto vaginal, pero cada vez más gente lo está conociendo y optando por él. Lo ideal para acudir a las clases prenatales es a partir del cuarto o quinto mes de gestación”.

La página de Facebook de Vergara se llama Creando nexos y sus clases de educación prenatal duran dos sábados. En la primera se aprenden ejercicios de respiración, relajación y medidas para el manejo del dolor.
En la segunda se aprende a iniciar la lactancia (cómo hacer que el bebé agarre el pecho) y cómo mantenerla para que sea exitosa; también se aprende sobre el llanto y el sueño del bebé y sus cuidados básicos. “En nuestra cultura hay mucha información equivocada. La idea es dar a la madre herramientas para que sepa cuáles son las necesidades del bebé y pueda afrontarlo con serenidad”.

Cada módulo es de cuatro horas y cuesta Bs 1.200 por pareja. Vergara advierte de que casi todos los seguros lo reembolsan.

En cuanto a lo económico
En los hospitales públicos la cesárea es gratuita y en algunos casos, cuando la atención de la paciente se sale de los medicamentos que hay en el listado del seguro materno infantil, esta corre con el gasto. En clínicas privadas pero asequibles por sus costos puede llegar a costar entre Bs 5.000 a Bs 17.000. Mientras que en una clínica de lujo, hasta Bs 49.000.
En un parto natural, en materiales no sale más de Bs 200, si se toma en cuenta que se ocupa una sutura (en caso de un desgarre o de que se requiera hacer un corte) y la anestesia (si la paciente la requiere). “Para todo el sistema de salud es mil veces más barato un parto vaginal”, concluyó la ginecóloga Hayes.

Lo que dice la OMS
Se recomienda que la tasa ideal de cesárea debe oscilar entre el 10% y el 15%. Los números oficiales del Sedes reportan que este año, de enero a junio en todo el departamento se atendieron 16.831 cesáreas y 17.271 partos naturales. La doctora Beatriz Durán, directora de la maternidad Percy Boland, lanzó la siguiente cifra de memoria: dijo que el año pasado en su institución se atendieron como 7.000 partos, el 60% fue cesárea.
El documento de la OMS desaconseja la cesárea y solo la justifica cuando es para prevenir la morbimortalidad de madre e hijo

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