viernes, 24 de marzo de 2017

La vida detrás de la incubadora, uno de los mejores inventos del hombre



Las incubadoras desde su invención hasta el día de hoy han logrado salvar millones de vidas. Así se han convertido en uno de los mejores inventos del hombre, aunque la experiencia de tener a un hijo en una de estas máquinas no es nada placentera.

“Empezaré diciéndoles que para mí fue muy difícil ver a mi hija, conectada a un respirador, pero lo que más me costó trabajo fue ser la fuerte de mi familia y no llorar. Solamente una vez lloré enfrente de mi mamá y se puso histérica, así que decidí no volver a llorar frente a alguien”, cuenta Lucía de 25 años.
Ella tuvo a Samanta, su hija, a los seis meses de gestación y todo lo que le tocó vivir fue un gran sufrimiento, que hoy se convirtió en su mejor lección de maternidad, pero también en su peor trauma.
Agrega que hasta el día de hoy le duele recordar el primer día, aquél en el que fue dada de alta y se tuvo que ir a casa con las manos vacías, mientras su pequeña bebé se quedaba a luchar por su vida en una incubadora. “Me sentí la peor madre del mundo y aún más porque mi vientre no fue un lugar seguro para ella”, explica mientras sus ojos se humedecen.
Cuenta que la relación con su pareja pendía de un hilo y el hecho de que la culparan le hacía sentir peor. A pesar de todo salió del hospital, pero no se sentía plena, sentía mucho miedo de no poder hacer el rol de mamá y también de esposa, “para ser honesta no disfrute eso que toda mamá dice. Lo mío eran visitas a neonatología, terapias, medicamentos y un tanque de oxígeno”, detalla.
Revela que estuvo en depresión y dice que lo único que salió de la boca de su madre fue: “si no actúas como una persona normal te quito a la niña”. De inmediato, agrega que ella fue un gran apoyo pero también un gran tormento. “Por parte de mi pareja sólo fueron ausencias...”, añade mirando el suelo, visiblemente afectada.
Cuenta que luego de dos meses le entregaron a su niña, ya lista para continuar su vida fuera de la incubadora. Sin embargo, revela que aún llora en silencio y le da gracia a Dios por esta experiencia, aunque a veces siente que aprendió a ser madre de “no tan buena manera”.
“Amo a mi pequeña y todos los días le digo lo especial que es para mí, le digo que ella ya es una triunfadora y mi orgullo. Volvería a pasar por lo mismo por Samanta”, concluye.

Aumentan los bebés
prematuros en Tarija
De 280 bebés que nacen por mes en Tarija al menos el 10% son nacimientos prematuros, es decir que nacen antes de la semana 32 de gestación. Estos pequeños seres vivos representan un importante desafío para el sistema sanitario, ya que casi la mitad de estos niños debe ser hospitalizada durante su infancia, principalmente por problemas respiratorios.
En estos casos, es importante la atención temprana y realizar un seguimiento desde el nacimiento.
Cada día, el llanto de un recién nacido interrumpe la sala de maternidad del hospital San Juan de Dios, que anualmente, según sus galenos, atiende 3 mil partos y aproximadamente 280 nacimientos por mes.
Los prematuros al no estar dentro del límite de tiempo de gestación establecido presentan muy bajo peso, regularmente de mil a dos mil quinientos gramos. Esto por no haber cumplido el tiempo de gestación normal. Además poseen dificultades en el desarrollo y son llevados a la incubadora, para recibir el tratamiento médico adecuado y alcanzar el tamaño ideal.
Las enfermeras del área cuentan que el poder alimentar la esperanza de que criaturas con poco más de mil gramos de peso tengan una oportunidad de vida alienta el arduo trabajo de 24 horas del personal médico. “Resulta difícil no encariñarse, son nuestras wawas”, aseguran.
De acuerdo a los datos obtenidos. En Tarija son cada vez más los casos de nacimientos prematuros. Éstos pueden obedecer a anomalías estructurales, al hecho de forzar demasiado el útero por llevar más de un feto (mellizos, trillizos, o más) o al consumo de tabaco, alcohol o drogas ilegales durante el embarazo. Los partos prematuros son más frecuentes en las mujeres menores de 19 años o mayores de 40, y en las que ya han tenido un parto prematuro previamente.
Éstas son algunas de las explicaciones que brinda el personal del hospital San Juan de Dios. No obstante, aclaran que cualquier mujer puede tener un parto prematuro, pues muchas madres de bebés prematuros carecen de causales conocidas.
Pero dentro de todo esto, la buena noticia es que gracias a la gran cantidad de avances recientes en medicina neonatal, más del 90% de los bebés prematuros que pesan 800 gramos o más (un poco menos de dos libras) sobreviven. Los que pesan más de 500 gramos (un poco más de una libra) tienen más del 60% de probabilidades de sobrevivir, aunque las probabilidades de que sufran complicaciones son mayores.

La vida en la incubadora
Las incubadoras están fabricadas con plástico transparente y rodean completamente el cuerpo del bebé para mantenerlo cálido, reducir las probabilidades de infección y limitar la pérdida de agua.
Para la madre esta situación es una de las más desesperantes que le tocará vivir, pues en la mayoría de los hospitales no permiten que ésta se quede a dormir en el lugar por las medidas de protección y limpieza de las salas neonatales.
Los calentadores radiantes son camas abiertas que se calientan eléctricamente. Se utilizan cuando el personal médico necesita acceder frecuentemente al bebé para procurarle los cuidados que necesita. Un diminuto termómetro pegado a la piel del bebé se encarga de medir su temperatura corporal y de regular el calor.
Es habitual que el prematuro lleve unos sensores pegados en la piel que ofrecen, mediante alarmas de luz y de sonido, información continua a los médicos y enfermeras de la situación del pequeño. Son indoloros.
Los galenos detallan que si el bebé precisa oxígeno extra se le puede suministrar mediante una cánula nasal, que se trata de dos tubitos instalados en los orificios de la nariz.
También puede recibir alimentación por vía intravenosa. Para esto se coloca una aguja fina o un catéter en distintas partes del cuerpo. Otro método es mediante sonda, que consiste en suministrar el alimento directamente al estómago del bebé a través de un tubo que puede colocarse en la nariz o en la boca.

Nutrición y crecimiento
Los bebés prematuros tienen necesidades nutricionales especiales porque crecen más deprisa que los bebés a término y sus sistemas digestivos son inmaduros. Los neonatólogos miden el peso de los bebés en gramos, no en libras y onzas.
Pero, ¿de qué se alimentan los bebés prematuros? La leche materna es una excelente fuente nutricional, sin embargo son demasiado inmaduros para alimentarse directamente del pecho de la madre o del biberón hasta que tienen una edad gestacional de entre 32 y 34 semanas.
La mayoría de los bebés prematuros tienen que alimentarse muy lentamente debido al riesgo de desarrollar una infección intestinal propia de los bebés prematuros denominada enterocolitis necrosante. La madre se puede extraer leche para que se la administren después al bebé mediante los métodos descritos.
Dentro de esta difícil tarea la misión comprometida que brindan los profesionales en medicina de la sala de neonatología del hospital San Juan de Dios, se hace verdaderamente importante.
Estas personas son testigos diarios de sentimientos muy intensos, amor y entrega, de familias integras, que hacen guardia con la única esperanza de ver recuperado, sano y fuerte a su pequeño bebé prematuro.

La importancia de “tocar”
a los bebés prematuros
Un estudio internacional afirma que los recién nacidos experimentan el mundo a través del tacto. Ahora, investigadores que han medido las respuestas cerebrales de 125 bebés, incluyendo bebés que nacieron prematuramente y otros que nacieron a término, muestran que las primeras experiencias de contacto del bebé tienen efectos duraderos sobre la forma en que sus cerebros jóvenes responden a un contacto suave cuando se van a casa.
Los hallazgos, detallados en un artículo publicado en “Current Biology”, suponen un recordatorio de la importancia del toque suave para el desarrollo sensorial normal de los bebés.
“Asegurarse de que los bebés prematuros reciban un contacto positivo y de apoyo como el cuidado de piel con piel de los padres es esencial para ayudar a que su cerebro responda a un contacto suave de manera similar a los de bebés que experimentaron un embarazo completo dentro del útero de su madre”, señala la investigadora Nathalie Maitre.
Agrega que cuando los padres no pueden hacer esto, los hospitales pueden considerar que terapeutas ocupacionales y físicos les proporcionen una experiencia táctil cuidadosamente planificada, a veces carente en un entorno hospitalario.
Maitre y sus colegas inscribieron a 125 bebés prematuros nacidos a una edad gestacional de entre las 24 y las 36 semanas y a bebés a término nacidos entre las semanas 38 a 42. Antes de que los bebés fueran dados de alta del hospital, los investigadores usaron una malla blanda de electroencefalografía (EEG) para medir las respuestas cerebrales de los bebés a una bocanada de aire en comparación con una bocanada “falsa”.
En términos generales, esas mediciones mostraron que los bebés prematuros tenían más probabilidades que los bebés a término de tener una respuesta cerebral reducida al contacto suave. Otros análisis mostraron que la respuesta cerebral al tacto fue más fuerte cuando los bebés pasaron más tiempo en contacto cariñoso con sus padres o proveedores de atención.
En contraste, cuantos más procedimientos médicos dolorosos tuvieron que soportar los prematuros, su cerebro respondió menos a un toque dulce más tarde, lo cual sucedió a pesar del hecho de que a los bebés se les dieron medicamentos para el dolor y azúcar.

El origen histórico de las incubadoras

Pierre Budin, siendo obstetra, es considerado por muchos el padre de la neonatología, y ya en 1907 se mostraba preocupado por el reemplazo de las funciones maternas en los cuidados del recién nacido prematuro. En su libro “The Nursling” escribía sobre la importancia del control de la temperatura de los recién nacidos pretérmino para su supervivencia.
A principios del siglo XX en las ferias de freaks que atraían a multitudes de curiosos en Estados Unidos y Europa convivían junto a los hombres que se tragaban espadas unos pocos bebés prematuros vivos exhibidos en urnas de cristal.
Para verlos se cobraba una entrada de 25 centavos. Pero detrás de las entonces excéntricas urnas había más que un hombre de negocios: el doctor Martin Couney, un neonatólogo pionero que le ofrecía a los padres desesperados una alternativa novedosa cuando los hospitales daban a sus bebés por desahuciados.
Él mantenía vivos a los neonatos prematuros. Se formó en Alemania y luego en París con el doctor Pierre Budin, que fue pionero en la teoría de las incubadoras cerradas, diseñadas para mantener el calor de los bebés y protegerlos de los gérmenes. Pero sus conocimientos en aquel entonces no encajaban en los hospitales.
Con el dinero de la entrada a las exposiciones Couney podía ofrecerle a los padres un cuidado gratuito. Durante su carrera Couney se quejaba de que lo calificaran como un mero empresario. Decía que él hacía “propaganda por el buen cuidado de los prematuros“. El propio doctor estimó que entre 1903 y 1943 mantuvo vivos a 7,500 de los 8,500 neonatos que pasaron por sus incubadoras.
La invención en 1880 dio paso a décadas de entusiasmo médico, pero su desarrollo fue muy lento. El doctor Couney murió en 1950, poco tiempo después de que el uso de incubadoras se volviera común en los hospitales.


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